Emmi Pikler nació en 1902, estudió pediatría en Viena y
desarrolló su carrera profesional en Budapest. En 1946 recibe el encargo de
dirigir una institución para huérfanos y niños abandonados menores de 3 años.
La II Guerra Mundial había dejado huérfanos a gran cantidad de niños que vivían
acogidos en orfelinatos en condiciones de deprivación. Los estudios de Spitz,
coetáneo de Pikler, ponían de manifiesto los problemas que se derivaban de
estas situaciones en las que los niños crecían sin referentes afectivos, sin la
posibilidad de establecer vínculos relacionales estables. El llamado Síndrome
del Hospitalismo era la prueba palpable de la gravedad de las condiciones de
estas instituciones públicas. Pikler se propuso modificar la situación
demostrando que estos niños podían educarse y crecer en condiciones adecuadas,
aún residiendo en una institución. En 1970, el instituto Lóczy fundado por
Pikler se convirtió en un centro de educación e investigación para la mejora
del desarrollo de los niños.
Ayudaba a los padres a la observación de su bebé para que
ellos mismos descubrieran la importancia de tener confianza en la capacidad de
desarrollo del niño. Con ellos razonaba la creación de las condiciones
materiales y emocionales más adecuadas para que las actividades del niño fueran
más ricas, sin necesidad de intervenir directamente en su juego ni en su
acción. Estos principios fueron trasladados al instituto Lóczy y
desarrollados a lo largo de su
trayectoria.
Emmi Pikler propone un modo de plantear el trabajo
psicomotor con el niño/a basado en la no intervención del adulto.
Las nociones esenciales del pensamiento de la doctora Pikler
se pueden sintetizar en los siguientes apartados:
-
El valor de la actividad autónoma: El movimiento
libre, la actividad iniciada por el mismo niño, el aprendizaje autónomo y la
noción de competencia. Todas ellas subrayan la autonomía del niño desde la
primera infancia, desde el inicio de la vida.
-
El valor de una relación afectiva privilegiada y
la importancia de la misma: el papel que debe desempeñar el adulto en la forma
de relacionarse con el niño. La observación
-
La necesidad de ayudar al niño a tomar
conciencia de sí mismo y de su entorno.
El pensamiento de Pikler tiene como base la confianza y el
respeto al niño, considerándole una persona desde el nacimiento, una persona
que es parte activa de su propia evolución, una evolución que se basa en la
actividad y en la autonomía. Emmi Pikler confía en el niño, en la capacidad
innata y social del aprendizaje de los recién nacidos y de los bebés, cree en
su capacidad de desarrollo autónomo y busca favorecerlo respetando su
iniciativa, en el proceso de evolución de sus movimientos, en la manifestación
de su desarrollo psíquico, en su juego, en su pensamiento y en su comunicación
con los demás.
Cuando el niño actúa por su propia iniciativa e interés,
aprende y adquiere capacidades y conocimientos mucho más sólidos que si se
intenta inculcarle desde el exterior estos mismos aprendizajes.
Pikler considera fundamental el valor de la actividad
autónoma del niño sobre la base de sus propias iniciativas en el aprendizaje de
los movimientos. Sus planteamientos parten del convencimiento de que el niño
que aprende a moverse y a andar por sus
propios tanteos y experiencias sin recibir soluciones preelaboradas y sin que
el adulto interfiera en sus exploraciones, progresa y adquiere conocimientos de
una naturaleza distinta, más sólida que el niño protegido o enseñado a moverse
y a alcanzar los niveles de desarrollo que los adultos consideran adecuados.
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